Este lunes 8 de Febrero se inicia el segundo cuatrimestre en las universidades gallegas, y en la mayoría de las universidades españolas. Ello supone una alteración en el calendario académico que tradicionalmente comienza la segunda parte del curso en torno al día 28 de enero. Tal vez se desconozca que esta fecha es un día señalado para la universidad por ser la celebración de su patrón Santo Tomás de Aquino o que la universidad es una institución medieval nacida en el 1088 a raíz de la creación de la Universidad de Bolonia. Puede que incluso se haya olvidado qué es la universidad y cuál es su papel en la sociedad.
Desde finales de los años noventa, la universidad europea se ha visto inmersa en una ola de cambios con la puesta en marcha del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). En el año 1999 se suscribió la Declaración de Bolonia donde se consolidó este sistema común de referencia aunque el origen está en la Declaración de Sorbona, de 1998 y en la Carta Magna de las Universidades Europeas de 1988, esta última también firmada en Bolonia. Resulta una paradoja que sea Bolonia la ciudad donde se sitúa el origen de la universidad y por otra, que de nombre a este proceso que, por veces, parece ir en contra de la propia esencia de la universidad.
La también denomina reforma de Bolonia trajo a la luz conceptos y términos nuevos como competitividad, eficacia, eficiencia, sistemas de financiación, viabilidad, rentabilidad, configurando una universidad sorprendentemente mercantilizada. Esta visión economicista de la universidad no es lo único a señalar. En los cimientos del EEES hay grietas debido a su propia naturaleza y su propósito. Lo primero es haber creado un sistema de educación superior con países que cuentan con modelos y recursos desiguales y que tiene como punto de referencia absoluto a las universidades excelentes. La emulación con los mejores es siempre una adecuada referencia pero intercambiar esta por dogma, resulta perjudicial. José Ortega y Gasset afirmaba en su texto Misión de la Universidad “búsquese en el extranjero información, pero no modelo”.
Las universidades excelentes cuentan a su vez con un sistema educativo excelente, en todas las etapas de enseñanza. Muchas de las competencias que se exigen a los estudiantes universitarios, tales como la cultura del aprendizaje autónomo, del pensamiento crítico, la capacidad de análisis, deben iniciarse y fermentarse en ciclos de estudios anteriores al superior. En aquellos países donde las exigencias de su sistema de educación superior estén en correspondencia con el nivel de desarrollo de los ciclos de enseñanza previos, estarán en clara ventaja, frente aquellos que no. En estos últimos países, hubiese sido necesaria una transformación integral de su sistema educativo, y no solo cercenar contenidos de los programas de estudios y decorar las aulas con tecnologías.
En cuanto al propósito, con los años se fue haciendo más nítida la idea que el EEES era la de consolidar un sistema europeo que pudiera competir con Estados Unidos y en general, en un contexto internacional captando estudiantes de otros países y recursos financieros. Al entrar en este campo de batalla globalizado se adoptaron necesariamente criterios de referencia naciendo así una variedad de rankings internacionales de universidades. El afán por formar parte de estos y de estar en mejores posiciones ha supuesto para las universidades españolas fuertes inversiones y cambios significativos en su organización y funcionamiento. Sin embargo, los criterios usados son propios de realidades muy específicas. Así por ejemplo, en el Ranking de Shanghai, la calidad de la docencia se mide por el número de premios Nobel y medallas Fields de sus docentes y egresados, y la calidad del profesorado, se valora por el porcentaje de artículos publicado en las revistas científicas Nature y Science.
Si hay algo que ha caracterizado al EEES es la incesante insistencia en que la universidad debe orientarse al mercado laboral. Es innegable que todas las instituciones deben adaptarse al entorno y renovarse pero sin perder su esencia. Una cuestión es actualizar los contenidos de las disciplinas, incorporar las tecnologías al proceso de enseñanza-aprendizaje, renovar los métodos didácticos y por supuesto, estrechar la relación entre teoría y práctica, y otra distinta es sumarse a la moda del transformismo. La inadecuada interpretación de una universidad adaptada a su tiempo ha conducido por ejemplo a crear grados hiperespecializados, algo más propios de ciclos de FP que de la educación superior.
Una universidad centrada en la enseñanza técnica y sometida a los vaivenes del mercado laboral supone poner en riesgo a esta institución. Ya en la década de los 30, Ortega y Gasset, planteaba la necesidad de una reforma universitaria, así en el citado texto la Misión de la Universidad exponía:
La sociedad necesita buenos profesionales-jueces, médicos, ingenieros y por eso está ahí la Universidad con su enseñanza profesional. Pero necesita antes que eso y más que eso asegurar la capacidad en otro género de profesión: la de mandar. En toda sociedad manda alguien -grupo o clase, pocos o muchos.(...). Importa, pues mucho a aquellas que estos profesionales, aparte de su especial profesión, sean capaces de vivir e influir vitalmente según la altura de los tiempos. Por eso es ineludible crear de nuevo en la Universidad la enseñanza de la cultura o sistema de las ideas vivas que el tiempo posee. Ésa es la tarea universitaria radical. Eso tiene que ser antes y más que ninguna otra cosa la Universidad.
La universidad precisa hoy más que nunca de una verdadera reforma que la restablezca a su auténtica misión. Además de las muchas secuelas del EEES, se experimentan cambios en la oferta formativa y se percibe un desplazamiento de la formación hacia otros terrenos. No se trata solamente de la entrada de grupos empresariales en las universidades, como es el caso de la Universidad Intercontinental de la Empresa auspiciada por Abanca, sino también por el impacto que están teniendo las nuevas tecnologías y que van más allá de ser canales para la docencia. Si la tendencia es a reducir la universidad a la enseñanza profesional, entonces se debe tener en cuenta el impacto de la oferta formativa de plataformas de aprendizaje como Coursera o los espacios de formación propios de Google y Microsoft. Un árbol es fuerte cuando tiene ramas flexibles, tronco derecho y raíces profundas. La universidad se debilita si intenta ser lo que no es y se hará fuerte si mantiene viva su esencia.